Los políticos deben dar ejemplo a sus conciudadanos, los que les pagan el sueldo.
Los hay muy educados en todos los sentidos. Pero mi parvo menester es hacer aquí el escolio de lo que no recibe muchos comentarios: las manifestaciones de escasa instrucción de algunos políticos. Reconozco (ahora se diría "admito") que se trata de peccata minuta, que, por tanto, se puede perdonar a la gente del común. Pero los políticos deben dar ejemplo a sus conciudadanos, los que les pagan el sueldo. Así que el tamiz para los padres de la patria debe ser más fino. Aquí estoy yo con la zaranda del lenguaje y otros símbolos.
El lector inteligente ya ha entendido el debe ser que acabo de escribir. Indica obligación moral, jurídica o, simplemente, de buenas formas. No hay que confundirlo con el debe de ser, que indica la probabilidad aproximada de un suceso general o futuro. Pues bien, el ministro del Interior, entrevistado el otro día por Carlos Herrera, confundió varias veces el debe ser con el debe de ser. No solo eso, sino que, a lo largo de la entrevista, tuteó sistemáticamente al entrevistador, cuando este lo ustedeaba, como debe ser. Llama la atención esa falta de tacto en un ministro que antes ha sido juez por oposición.
Es ya clásico el errorcillo de pronunciar "espúreo" en lugar del correcto "espurio". Hace muchos años José Luis Gutiérrez y yo lo detectamos en el lenguaje de Felipe González. Una fiel edecana suya nos escribió indignada, insistiendo en que el presidente tenía razón, que "se dice espúreo". Bien, se dice, pero está mal dicho. Debe decirse "espurio". El pequeño desliz lo he visto reiterado recientemente en otros líderes socialistas. Debe de ser un rasgo que impone el viejo partido obrero y español.
Por lo mismo, el presidente Sánchez sigue repitiendo lo de "erario público",cuando no se sabe de ningún erario que sea privado. Por lo mismo, el atildado presidente Sánchez cuida mucho de decir "españoles y españolas", por, ejemplo, en su alocución pública del 15 de febrero, que fue más bien una soflama electoral. Pero en el mismo texto desliza "diputados", "empleados públicos", "parados" o "catalanes", sin doblarlos con el correspondiente femenino. En donde se demuestra que ese circunloquio de "españoles y españolas" o parejas parecidas es más bien una cortesía léxica un tanto forzada y, al final, cursi.
Más grave es la falta de educación cívica que supone la postura no reglamentaria cuando se escucha el himno nacional en situación solemne. Esto es lo que sucedió en la multitudinaria concentración de la plaza de Colón del 10 de febrero. Sonó el himno nacional cuando la cámara de televisión enfocaba a los tres principales líderes convocantes: Abascal, Casado y Rivera, por orden alfabético. Pues bien, solo Abascal se puso en posición de firmes, como mandan los usos de las naciones civilizadas al oír los acordes de la Marcha Real. Debe de ser que los otros líderes no hicieron la mili. Supongo que los tres ("trifálicos" los llamó una ministra de cuyo nombre no quiero acordarme; seguramente quiso decir "tricéfalos") cuentan con asesores de diversas especies. ¿No podrían cuidar un poco más la compostura de los políticos en público? Por lo menos que se distingan un poco de los futbolistas cuando no tienen más remedio que escuchar con respeto el himno nacional. Fíjense que me refiero ahora a los políticos de la derecha. Por cierto, la tricefaliano parecía muy sólida, a pesar de que la concentración se proponía favorecer la unidad de España. Por eso solo tremolaban banderas nacionales y no las enseñas de los respectivos partidos o de otras fuerzas, lo cual fue un acierto. Bueno, al lado mismo de Rivera ondeaba una bandera del movimiento homosexual. Ignoro a santo de qué se permitió una demostración tan extemporánea y de tan mal gusto. No creo que pueda interpretarse como un hecho casual.
Nenhum comentário:
Postar um comentário