El Gobierno prepara un manual con “recomendaciones” para incorporar “la perspectiva de género” en los medios.“Hemingway cobraba los artículos por palabras”. Así comienza una nota que recibió el premio Don Quijote de Periodismo, uno de los reconocimientos más prestigiosos de la profesión. Su autor, el escritor español Juan José Millás, tiró de esa primera frase para enhebrar la historia de un negocio imaginario de venta de palabras, al que la gente se acercaba luego de comprar el pan. Allí, las palabras más caras eran los sustantivos, porque suponía el autor que venía de sustancia. Luego le seguían los verbos y tras ellos los adjetivos. Las frases hechas eran las más baratas. El artículo de Millás fue publicado hace 10 años, cuando nadie hablaba aún del lenguaje inclusivo, y sin embargo él ya había incluido un sector de palabras inexistentes en esa tienda que había imaginado de niño. Hoy no tiene un negocio abierto al público como soñó entonces, pero de todos modos acabó viviendo de las palabras. Y, de alguna manera, con su artículo titulado “Un adverbio se le ocurre a cualquiera”, construyó su propio manual de estilo que se lee en escuelas de periodismo y nada tiene que ver con el que acaba de elaborar el Gobierno con “recomendaciones” para incorporar en las redacciones.
Ya hay un borrador de 30 páginas y la versión final se “lanzará próximamente”, según contaron fuentes oficiales. El título es “Propuestas para una comunicación política equitativa y paritaria”, e incluye un decálogo con ejemplos de títulos y notas que se adecuarían a una perspectiva de género.
Nadie duda de que el manual impulsado por el Instituto Nacional de las Mujeres tiene buenas intenciones y que busca acabar con la discriminación y el sexismo que recorre nuestro lenguaje. También es cierto que los medios de comunicación tienen por delante un camino de aprendizaje para superar estereotipos. Pero ¿no será mejor actuar primero sobre la realidad que sobre las palabras?En el cuadernillo se aconseja el uso de sustantivos colectivos para sustituir el genérico masculino (”La población argentina” en lugar de “Los argentinos”) y se critica algunos artículos, como uno que indica “cómo votaron los diputados” por no decir “diputados y diputadas”. El manual propone también “evitar destacar actitudes, vestimenta o aspecto físico de las mujeres en detrimento de las acciones o el hecho generador de la noticia”, y pone como ejemplo una nota sobre María Eugenia Vidal donde se apunta a su vestido, maquillaje y cambio de look.
Hoy el Gabinete nacional tiene diez ministerios, pero solo dos están al frente de mujeres: Carolina Stanley y Patricia Bullrich. En la provincia de Buenos Aires la equidad de género también marcha en cámara lenta: si bien Vidal (la primera mujer gobernadora en la historia bonaerense) nombró en 2018 a más juezas que jueces en los tribunales provinciales, no tiene ninguna ministra en su gobierno. Y en las Legislaturas del interior, solo en 10 distritos se cumplen las leyes de paridad.
Ahora, volviendo a las palabras, más que duplicar los términos (como diputados y diputadas), convendría multiplicar las voces para que haya más escritores como Millás poniéndoles valor a sus verbos, adverbios y adjetivos, lejos de ese ojo de buey de la “corrección política”.
El Gobierno podría ponerse al frente de la igualdad redoblando las voces femeninas en los Gabinetes en vez de proponer manuales para periodistas con recomendaciones para comunicar en forma “equitativa y paritaria”.
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