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domingo, 7 de julho de 2013

La hierba de Platón




por Simon Royo Hernandez
SIMON ROYO HERNÁNDEZ es Profesor en la UNED y Doctor en Filosofía - siroyo@rocketmail.com

Recientemente escuché una homilía por parte de un clérigo en la que mencionaba que Platón había dicho que a lo largo del camino teníamos que retirar las malas hierbas para mantenerlo transitable. Desde luego que Platón jamás dijo tal cosa en ninguno de sus alrededor de 36 diálogos escritos, pero el clérigo lo citaba porque quedaba bien o le iba bien a su discurso.

Lo mismo ocurre con innumerables sentencias que pululan por las redes sociales, en las cuales, personas sin ningún pudor, realizan cuadros con sentencias que atribuyen a quien se cayó en el puchero del druida cuando era pequeño, esto es, a Superman o a quien se compraba Rolls Royces sin freno hasta que la muerte se lo llevó consigo, el Oso.

De este modo hemos de lamentar que las Redes Sociales, que bien pueden cumplir ciertas labores pedagógicas, estén alimentando la atrevida ignorancia de las masas que por no saber, no saben ni citar una frase, supuestamente entresacada de alguna fuente que debería poder ser verificable. No se cita la procedencia de una frase por querer hacerse el interesante, por dárselas de erudito, ni por epatar al sandio; se hace para que todos los lectores puedan comprobar que lo que se les dice es verdad y no una mentira.

Pero es que nosotros vivimos en una época parecida al helenismo, en una globalización en la que lo propio se nos queda lejano y lo lejano se mal adopta como propio. Vivimos en una época acusada de materialismo en la que todo lo que suene a “espiritualidad” es bienvenido pero en la que se vive con una materia dada por conseguida definitivamente que bien pudiera sufrir un retroceso dadas las virulencias de las crisis, cada vez de mayor calibre. Alguien tendrá que explicarme entonces que es esa espiritualidad que puede vivir gozosa sin electricidad, sin higiene, sin agua potable o sin un excusado, porque así es como viven muchas personas en el mundo que se mueren, literalmente, por procurar emular en esos aspectos tan materiales a los malditos occidentales.

Con la lectura de novelas (nada de leer ciencias ni de leer humanidades) cubren muchas personas un ocio alienante. Pero peor aún son aquellos que leen cosas como: “La sabiduría de los templarios”, “La sabiduría perenne”, “La esencia del yoga”, “El poder de las piedras”, “La magia secreta de los talismanes”, “La energía de los egipcios”, o las supuestas enseñanzas de gurús como Aurobindo u Osho, que se convirtieron en millonarios muy materialistas con sus vendibles sabidurías.

Quien quiera leer filosofía de verdad con la finalidad de que tal filosofía le ayude a adoptar hábitos de existencia saludables bien pudiera acudir a Plutarco, Séneca o Michael Onfray. Quien en lugar de pretender ser santo y adoptar caminos espirituales tendentes a esa situación desee simplemente saber la verdad tiene mucho Platón y mucho Aristóteles con los que contentarse primero, si es que Kant o Hegel les parecen demasiado inasequibles.

Un serio problema de masas lleva extendiéndose por Occidente desde los Estados Unidos de los años 60 del pasado siglo hasta nuestros días y nuestra geografía. Los burguesillos adocenados y alienados por la cadena de montaje han decidido que fuera de sus horas de trabajo pueden ser poetas, filósofos, músicos o artistas. De ese modo resisten la explotación creyendo que no les afecta íntimamente y viven como aturdidos, privados de una formación real en las áreas a las que se quieren sumar por simple falta de tiempo, ganas y energías. El vampírico sistema de producción y consumo les succiona la vida hasta convertirlos en zombis pero ellos consideran que con sus cuadraditos en Facebook plagados de citas falsas alcanzan ya el Nirvana. Algo habría que hacer para que la hierba de Platón no sea satisfactoria y no baste como referencia. ¿Qué se puede entonces hacer? Aconsejarles que vuelvan a la escuela, que trabajen menos y estudien más. ¡Ah! ¿Pero acaso no se estudiaba para trabajar? No mis amigos, no se estudiaba para trabajar, se estudiaba para engrosar las filas de los esclavos, sin que hubiese casi otra opción.

¡Qué lío! Y al final que hacemos con la hierba de Platón. ¡Mirad! Lo mejor es que os la fuméis y dejéis de querer cosas que están fuera de vuestro alcance. Nada de escribir cuadraditos con frasecitas epatantes que atribuir a cualquiera.

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