La desaparición de Saint Exupéry. Un misterio resuelto bajo las aguas
Publicado por Javier Noriega el ago 1, 2013 en ABC - España
Después de seguirlo me dije: chaval, si no te largas, te acribillo. Piqué en su dirección y disparé, no contra el fuselaje sino contra las alas. Le dí. El zinc se estropeó. Derecho al agua. Se estrelló en el mar. Nadie saltó. El piloto, yo no lo ví. Me enteré unos días después que era Saint-Exupéry. He esperado, y espero todavía, que no fuera él.
Horst Rippert. Piloto de la Lutwafe durante la II Guerra Mundial. Actualmente. Jubilado.
“Si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor”.
Antoine de Saint Exupery
Existen naufragios y tragedias en la mar profundamente emotivos. Posiblemente el de Antoine de Saint Exupéry sea uno de los más sugerentes en esta cuestión. En el momento de investigar un pecio, es raro que el naufragio que se investiga, no tenga siempre una apasionante historia detrás. La experiencia de haber investigado algunos en todo tipo de documentos, nos deja esa maravillosa realidad, queramoslo o no. Que decir sobre su dramatismo. Casi todos lo son. Pero hoy, hoy 31 de Julio del 2013, traemos a Espejo de navegantes, un pecio al que siempre he tenido mucho aprecio, mucho cariño. Por su historia. Por cómo se produjo y sobre todo por quien murió en aquella cabina. Por aquel fascinante escritor y filósofo que iba en su interior. De hecho desde que conocí a uno de los responsables de su descubrimiento, Patrick Grandjean, siempre no paré de preguntar detalles y cuestiones sobre su hundimiento, su rescate, su método de investigación, hasta formar un pequeño mosaico de descubrimientos, que al fin y al cabo no pasaban de ser un conjunto de pensamientos personales, impulsados por esa curiosidad hacia el final de aquel bohemio y maravilloso escritor. Afortunadamente su exhaustiva investigación y posterior puesta en valor en el museo (que es donde tienen que estar siempre estas historias); a dispuesto a Saint-Exupery a la luz pública, el lugar que se merecen; sus estrellas, sus sueños, su poesía. Sirva por tanto hoy 31 de Julio, efemérides de su muerte. Este artículo, este recuerdo, como pequeño homenaje entre los vivos.
Y así es, como tal día como hoy, un 31 de julio de 1944, el piloto Antoine de Saint Exupery, salía con su caza de combate a realizar vuelos de reconocimiento al sur de Marsella. Nunca más se le volvió a ver. A la edad de 43 años se encontraba dispuesto a abandonar la aviación, su cuerpo estaba maltrecho después de tantas fracturas y vida bohemia. Su dentadura a causa de las presiones y las fuerza g en el aire le traía de cabeza en más de uno de sus vuelos de altura, en más de una de sus piruetas para disfrutar del azul. Su aeronave de reconocimiento, un Lockheed Lightsning P-38, se estrelló en el Mar Mediterráneo en lo que fue su última misión. Nunca se localizó ni se conoció su paradero. Hasta qué un equipo de arqueólogos submarinos del Estado Francés, mediante su Instituto de arqueología de la DRASSM (Centro Nacional de Investigación Francés en arqueología subacuatica) verificó su localización, lo investigo y rescató mediante sus permisos del olvido, y de las profundidades marinas. Aquel, el pecio de Saint Exupery era uno de los pecios más famosos y conocidos de la historia Francesa, formaba parte de la identidad y la reciente historia nacional. Aquel pecio se constituía, como su tumba de guerra, su singular sarcófago marino bajo el mar. Era por tanto cuestión de voluntad, y así los responsables de Cultura y patrimonio del Estado Francés, en un ejemplo de cooperación con la sociedad civil, permitieron traer a la luz de la cultura y lo público un importante fragmento de la historia de Francia y de la humanidad. Tras varias vicisitudes, actualmente el Lighhtning P-38 puede verse en el museo del aire y del espacio de Le Bourget, cerca de París. Antes tuvo que ser restaurado y conservado laboriosamente tras decenios bajo el mar por los arqueólogos franceses. Fue entregado mediante una sencilla ceremonia, con los familiares y responsables del Estado y la cultura.
Y tal día como hoy, Antoine de Saint Exupéry dejaba de vivir bajo las aguas de Marsella…Siempre fue la costa mediterránea protagonista en su vida, con escalas y estancias. Y el Mar, ese viejo Mare Nostrum su espejo diario de refulgente azul. Y es que para Saint Exupery sus dos pasiones fueron la aviación y la escritura. A ellas se dedicó por completo.La afición por los aviones le venía de lejos. En “Tierra de Hombres” estando aburrido y mal pagado en el departamento de publicidad de Air France, en donde realizaba vuelos eventuales para la Compañía Aeropostal en África y en América del Sur, entre poema y pensamiento, pensó que lo que podía hacer para solucionar las cosas era batir el récord París-Saigón y ganar el premio instituido por el Ministerio del Aire. Hacía poco que había invertido lo ganado con sus incursiones en el periodismo y con un guión para cine en la compra de un “Simoun”; el avión aerodinámico que se llamaba como el viento cálido de África. Y así, tras no pocos accidentes y sustos que rayaron en la muerte (especialmente en el desierto Africano y en Guatemala años atrás) , todos ellos con el telón de fondo azul del cielo, llego aquel fatídico 31 de Julio de 1944.
El silencio y el calor se adueñaba de la pista de aterrizaje del aeródromo del Borgo. Córcega. La característica ala de su caza de reconocimiento dio un golpe a babor para dirigirse a realizar operaciones en el área de Grenoble, para así preparar mediante el reconocimiento, la inteligencia para el desembarco de las tropas aliadas en la región de Provenza en la “operación Dragoon”. Fue la última vez que las alas de su caza se volverían a ver en aquel aeródromo.En los archivos sobre incidencias aéreas, posteriormente una mujer informaría haber visto el 1 de agosto un accidente aéreo alrededor del mediodía, cerca de la Bahía de Carqueiranne junto a Tolón. Un cadáver sin identificar usando insignias franceses fue encontrado varios días después al este del archipiélago Frioul al sur de Marsella y enterrado en Carqueiranne en septiembre.En aquellos momentos todo esto era muy confuso. En la vida se podría pensar de quien se trataba. Estaban en aquella guerra que el propio escritor calificaba como de tifus, y todos los días morían personas, amigos, compañeros, conocidos…
De ahí, tenemos que irnos al año 2008 para saber aún más sobre el tema. En una entrevista, Horst Rippert, de 88 años, declaró ser el autor de los disparos que derribaron el avión que pilotaba Saint-Exupéry . “El piloto alemán llevaba dos semanas de servicio en la costa sur de Francia cuando en la mañana del 31 de julio de 1944 identificó un “Lightning 38″ y se dirigió hacia el aparato”. Según el relato de Ripper, éste siguió al avión de Saint-Exupéry y lo alcanzó con varios impactos de sus ametralladoras, tras lo cual vio que caía al agua, “pero no pudo ver qué había ocurrido con el piloto”.
Según sus palabras el Lightning volaba por debajo de su avión, a unos 2.000 metros, en vez de la altura a la que solían volar esos aviones para tomar fotos, unos 10.000 metros. No era el único testimonio. Fue el segundo veterano de la Luftwaffe en afirmarlo públicamente, luego que Robert Heichele mencionara en 1981 que él derribó el avión de Saint-Exupéry. Ante tales testimonios, lo único que quedaba claro es que fue derribado en las aguas. A partir de ahí aquella tragedia se convertía en un pecio histórico para la nación francesa y para la humanidad. De ahí que el estado Francés se empeñase en apoyar todo lo que tuviese que ver con el pecio de Saint Exupery. Había que saber la verdad sobre el escritor frances, y es aquí donde siempre la arqueología tiene la clave deductiva.
Y fue a principios de la década pasada, tras años de preguntar a los pescadores de la zona, de indagar entre investigadores e instituciones, cuando encontraron una pieza que podía ser el turbocompresor del avión de Saint-Exupéry. En ella había grabados los números 2734, seguidos de la letra L, una pieza de metal que tuvo que seguir los minuciosos y esclarecedores pasos de conservación y restauración por parte de especialistas del medio salino de la Institución Francesa de la DRASSM, para dar luz a esos cuatro vitales e importantísimoss dígitos. Estos darían pie a una posterior investigación, en donde según el informe se trataba “del número de fabricación que Lockheed fijaba sobre sus aviones”. Este número civil correspondía, según el cuadro de concordancia de US Air Force a la matrícula militar 42-68223. Aquella matrícula de guerra era la del avión de Saint-Exupéry. La pieza del motor del avión que se encontró a levante de la isla de Riou, cerca de Marsella, no había lugar a dudas, era el que buscaban. El del famoso e insigne escritor. Era Octubre de 2003.
Atando cabos, y como antecedentes nos encontramos con un hecho fundamental en 1998. Ese año un pescador (Jean Claude bianco) encontró una cadena con el nombre del escritor,además del nombr de su querida Mujer, Consuelo y el de sus editores de New York. La misma se encontraba prendida, y a pesar del paso del tiempo, junto a un trozo de tela del supuesto uniforme. Aquel descubrimiento, en su momento conllevó cierta polémica acerca de su autenticidad. Un elemento descontextualizado arqueológicamente siempre suscita dudas por encontrarse sólo en un mar de dudas. La Arqueología, por lo general, necesita un contexto, y aquel era en su conjunto, y necesariamente, el del avión siniestrado. Por aquellas fechas, Luc Vanrell buceador técnico, decía haber encontrado el caza. La pulsera le debió poner sobre la pista del avión…una cosa iba detrás de l otra.
A este propósito, y como suelen suceder en este tipo de historias, el pescador y el buceador se ponen en contacto y avisan a las autoridades públicas tal y como dispone la ley. Afortunadamente en muchos casos en el mundo, la actitud cívica de los descubridores (no podemos olvidar que la mayor parte de los descubrimientos arqueológicos se deben a hallazgos fortuitos -por poner un ejemplo el pecio Fenicio de Mazarrón en Murcia (España)- es localizado al construirse un puerto deportivo en la zona) permite poner sobre la pista posteriormente a las instituciones, que siempre y en todos los casos otorga y establece confirmación del hallazgo. Se trata de una sana y vital colaboración para la ciencia, que lógicamente requiere del reconocimiento y cooperación entre las partes. El pecio de Saint Exupery merecía aquella especial atención por parte de las administraciones, y así se hizo. Y es así como Luc Long, técnico de patrimonio de la DRASSM Francesa, reconoció tras estudiar las pruebas que se les remitía que, “había una buena probabilidad de que los restos fuesen del P38 del escritor y aviador”. A partir de ese momento, la responsabilidad de autorizar una operación de búsqueda en el sitio dependía del departamento de Arqueología del Ministerio de Cultura. Y se pusieron manos a la obra, para hacer bueno su lema de “explorar, proteger y publicar”…
Y es así como, a una profundidad de 85 metros, se descubre una parte de la izquierda del fuselaje de la aeronave, un tren de aterrizaje completo y algunas piezas dispersas, en total cerca de dos docenas de fragmentos que son suficientes para identificarla. El análisis de los mismos por parte de investigadores, nos descubre al pecio como una segunda generación de P-38, modificados especialmente para el reconocimiento, lo que aún otorga aún más detalles necesarios y definitorios al asunto. Exactamente aquel era el modelo de Saint-Exupéry. No se encontraron agujeros de bala en los restos. Lo que la arqueología nos proporcionaba, con toda la humildad del mundo, es que el avión se estrelló contra el mar con gran violencia, a juzgar por la forma en que el metal se retorció en las piezas que se encontraron. Se podría suponer que cayó verticalmente desde una gran altura, según rezaban las hipótesis de trabajo.
“Es imposible decir si fue derribado, en caso de perder el conocimiento, o si tuvo un accidente mecánico,” comentaba, Patrick Grandjean, por aquel entonces conservador jefe de la DRASSM. Si bien lo habían encontrado sin lugar a dudas, que era lo más importante, aún recuerdo categóricamente aquellas palabras, aunque realmente lo que mejor recuerdo es la enorme sonrisa que esbozaba aquel arqueólogo al sentir la importancia que significaba aquello para la identidad de su país y su historia.
Con Saint Exupery lograron localizar su avión. En la actualidad se intenta, con su investigación y localización resolver el misterio del avión de la insigne aviadora norteamericana Amelia Earhart, que se hundió en el Océano Pacífico en 1937. Es otra de las historias que el tiempo y la arqueología permitirán, o no descubrir. Se trata de aeroplanos, que si atendemos al tamaño de los mismos, son más difíciles de localizar que el de los restos de navíos de línea de épocas anteriores o los de la propia Guerra Civil Española o II Guerra Mundial.
Aún a día de hoy, y con los restos ya encontrados del pecio se hace viva a la historia. En el sexagésimo aniversario de la muerte de Saint-Exupéry, se realizaron dos ceremonias conmemorativas en Marsella y en el aeropuerto de Bastia en Córcega, cercano al lugar donde ocurrió la muerte y el último despegue del aviador respectivamente; se colocaron flores y se celebró una misa a la que asistió un familiar del aviador. Allí retumbó en todos la frase que pasó a la historia del escritor y que decía algo así como ; “Lo esencial solo es visible a los ojos del Corazón”. En esta ocasión, la cultura (mediante la materialización de aquellos restos sumergidos), lo esencial; nos servía de pretexto para disponer en la vida aquellas recuerdos y cosas que le son útiles y que nos hacen a todos; Mejores.
A 31 de Julio del 2013. En el 69 aniversario de su desaparición.
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sexta-feira, 2 de agosto de 2013
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