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segunda-feira, 9 de setembro de 2013

ISABEL LA CATÓLICA




El odio al ajo y otras curiosidades de Isabel la Católica
GUILLERMO LLONA@GUILLERMOLLONA / MADRID

María Pilar Queralt del Hierro, autora de «Isabel de Castilla. Reina, mujer y madre», cuenta cómo era el personaje histórico a través de anécdotas poco conocidas

ABC - MADRID
Retrato de Isabel la Católica por Juan Antonio Morales

Se ha dicho de Isabel la Católica que olía realmente mal y que llegó a estar algo loca. Pero, ¿qué hay de cierto en las creencias populares que existen sobre la Reina? María Pilar Queralt del Hierro, autora de «Isabel de Castilla. Reina, mujer y madre», cuenta para ABC.es cómo era el personaje histórico a través de anécdotas poco conocidas, y nos ayuda a distinguir lo verdadero de lo que carece de fundamento.

Por ejemplo, es cierto que Isabel de Castilla sentía una profunda aversión por el ajo. «En una ocasión, los encargados de su cocina quisieron disimular la presencia de este ingrediente en un guiso con abundante perejil. Pero la Reina lo detectó y exclamó “¡venía el villano vestido de verde!”. Una frase que pasó al acervo popular para indicar toda amenaza oculta», explica la autora.

«Sus celos tuvieron algo de patológicos, pero no le faltaron motivos»
Sobre su higiene se ha dicho que no era mucha, y que olía muy mal. Incluso que en 1491 prometió no cambiarse de camisa hasta que se conquistase Granada. Pero Queralt del Hierro cree que en estas creencias hay bastante de mentira. «Lo de que no se cambió de camisa hasta conquistar Granada es una de las muchas falacias que se cuentan sobre la Reina. Además, se fundamenta en un error histórico: quien aseguró -aunque de forma simbólica- que no se cambiaría de camisa hasta pacificar Flandes fue su tataranieta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II y gobernadora de los Países Bajos». Con todo, en lo referente al olor que desprendía Isabel la Católica puede que haya algo de cierto. «Es posible que su pestilencia fuera cierta en sus últimos meses de vida, ya que murió con el cuerpo ulcerado», admite la biógrafa.
Tal y como indicaba su sobrenombre, Isabel era una ferviente católica. Según Queralt del Hierro, «su conducta demostró su extraordinaria piedad, desde su protección a la Iglesia Católica hasta su testamento». No obstante, en algunos momentos las «razones de Estado» pesaron más que su fe. «No esperó a tener la dispensa papal para contraer matrimonio con Fernando de Aragón, lo que hace pensar que anteponía los intereses del reino a cualquier otra consideración. Y en cuanto a la expulsión de los judíos o la guerra a los musulmanes, creo que privó más la política que la fe. La unidad de credos se entendía entonces como una forma de evitar disidencias y, por tanto, un medio para fortalecer la corona», explica la autora.

Sobre los asuntos del espíritu de la Reina, a quien Michelle Jenner da vida en la pequeña pantalla en la exitosa serie «Isabel», también hay quien sostiene que ésta llegó a ser una «enferma psiquiátrica», extremo que Queralt del Hierro desmiente con rotundidad. Como mucho, admite que era una persona bastante celosa. «Sí es cierto que sus celos tuvieron algo de patológicos, pero también es verdad que no le faltaron motivos dada la intensa vida galante de Fernando», aclara.

En cualquier caso, frente a quienes aseguran que la Reina fue una joven «adelantada a su época» y que se casó con Fernando por amor contra los planes que había para ella, la biógrafa sostiene que aquella unión «no fue por amor, ya que ambos no se conocían hasta pocos días antes de la boda y para entonces el enlace ya estaba pactado. Fue por criterios políticos que, en este caso, iban contra los propugnados por Enrique IV de Castilla». Con todo, «lo cierto es que el amor surgió después, e Isabel fue siempre una esposa enamorada», añade.

Sin duda se trataba de una persona de temperamento y sentido de la realeza muy particulares. «Estando Fernando el Católico jugando a los dados con su tío, el almirante de Castilla, éste le ganó la partida. Eufórico gritó “¡te he ganado!”, e Isabel, que estaba presente, le recriminó sus palabras diciendo que así no se hablaba al Rey. El Almirante respondió que en aquellos momentos no hablaba con el Rey, sino con su sobrino, y la Reina le replicó que “el Rey no tiene parientes ni amigos, solamente súbditos”», cuenta Queralt del Hierro.

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