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domingo, 29 de março de 2015

EL IDIOMA ESPAÑOL




El quilombo

29.03.2015 | 03:31
El quilombo

http://www.diarioinformacion.com/
Según el Instituto Cervantes, en 2014, el 6,7% de la población mundial era hispanohablante, lo que implica un total de casi 470 millones de personas con dominio nativo de esta lengua. El español es, dice esta institución, el segundo idioma de comunicación internacional, la segunda lengua con mayor uso en Internet (tras el inglés) y la tercera que más se lee en Twitter. Si no pasa nada raro, en 2030 el 7,5% de la población mundial (535 millones de personas, que se dice pronto) seremos hispanohablantes. ¡Una maravilla! Todo este puñado de gente, al parecer, compartimos el 80% de nuestro vocabulario: es decir, hay un 20% de palabras y expresiones cuyo significado tenemos que adivinar por el contexto.
En este grupo de voces indefinidas, ambiguas, polisémicas o peculiares se encuentran, entre otras, muchos americanismos: vocablos de procedencia indígena o propios del idioma hablado en América. Si hay uno que me fascina y que me interesa es el de quilombo, o kilombo, de raíces africanas, usado en distintos lugares como Brasil, Chile, Venezuela o Colombia con muy distintas acepciones según el territorio en donde se emplee.
Por ejemplo, en Argentina, el quilombo hace referencia al «follón monumental». Esta expresión se utiliza para nombrar algo que provoca escándalo, bullicio, altercados o conflictos. Se puede sustituir por sinónimos peor encarados como «embole, despelote, batifondo». Vaya, que un quilombo es un gran lío, con peleas que tienen repercusión pública. En su acepción más negativa la palabra tiene un significado más catastrófico: se dice de algo que está completamente descontrolado y que conduce al desastre. Por ejemplo, «como no cejen las protestas de los mineros la calle va a ser un tremendo quilombo». Me apuntan mis primas bonaerenses que, en lunfardo (jerga), se usa la palabra «bolonqui» (quilombo al revés): suena mucho menos grosero.
La acepción argentina del palabro no es, sin embargo, la única. En Bolivia, el Sur de Chile o Paraguay, además de un lío, el quilombo es un prostíbulo o una «casa de lenocinio». Es decir, es su acepción más vulgar, el quilombo se corresponde con el lugar en el que trabajan personas que ofrecen servicios a cambio de prebendas. En su acepción más sofisticada, el quilombo es un espacio propicio para mediar para hacer posibles relaciones (amorosas o sexuales) ocultas. «Las cámaras de TV le detectaron ingresando a un quilombo en la madrugada».
Pero el quilombo, en su definición más purista, en su tercera acepción, también refiere un lugar físico: una especial casa rural o una demarcación pequeña concreta. Así, en países como Venezuela o Brasil, el término se ha usado como sinónimo de palenque. Al parecer es la traslación literal del uso que se daba a la palabra en la época colonial cuando nombraba «el sitio donde se reunían los esclavos de raza negra cuando alcanzaban la libertad». De ahí por ejemplo el «Quilombo dos Palmares». En estas comunas, los ex cautivos se organizaban de manera comunitaria, alrededor de terrenos para cultivar y fuentes de aguas, dirigidos por alcaldes que ejercían (o al menos querían ejercer) su autoridad en el interior de los mismos.
He asistido con mucha pena al espectáculo sobre UPyD que están ofreciendo los medios. Como ex-afiliada, les confieso que estoy triste de ver cómo se dinamita una fuerza política cuyo manifiesto fundacional ha sido esencial para el cambio de la agenda pública y política que se ha producido en nuestro país en los últimos tiempos. Como ciudadana de a pié, me siento preocupada y confundida con lo que está pasando. Tal vez por esto el otro día decidí llamar a uno de los muchos amigos que todavía me quedan en el partido. Quería ordenar toda la información con la que nos están bombardeando –por redes y medios– los unos y los otros. Cuál fue mi sorpresa cuando al inquirirle directamente por la situación me contestó literalmente: «Ya ves, esto es un tremendo quilombo». Mi problema es que yo ya no sé qué acepción tomar: la primera, la segunda, la tercera o las tres a la vez.

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